domingo, 12 de agosto de 2007

¡Nomás eso nos faltaba!


Miguel Ángel Casillas Báez.
Director Editorial del Diario de los Altos
De por sí estamos viviendo tiempos tormentosos como para que nos toque un funcionario público, como es el caso en Lagos de Moreno del señor don Javier Lara, que no sólo se da el lujo de intentar manipular las notas que aparecen en las páginas del diario, sino que además pretende amenazar a nuestro compañero Raymundo Díaz Águila. ¡Nomás eso nos faltaba! No, señores, esos tiempos son muy anteriores incluso a que el PAN llegara al poder y a fuerza de unidad en el gremio, a fuerza de apoyo entre los periodistas, a fuerza de democracia, no debemos volver a ellos por ningún motivo.

Las cosas en Lagos de Moreno comenzaron a tambalearse la semana pasada, cuando encargué a mi compañero Raymundo Díaz un reportaje sobre lo que estaba sucediendo en el núcleo de feria, intentando con eso responder a dos llamadas que me alertaron sobre la falta de condiciones necesarias para que la gente tuviera una diversión adecuada y apropiada del tamaño de las expectativas en aquella ciudad.

Dicho y hecho. Raymundo nos reportó lo que había visto en el núcleo. Claro está, de acuerdo a la constante comunicación que tenemos, tanto por estar trabajando en el mismo medio, por tener una relación de director editorial –que significa lo mismo que responsable de las letras, coordinador de información, jefe de redacción, en una misma persona- a reportero, así como por la amistad y relación profesional que existe entre Raymundo y el que esto escribe desde hace más de dos décadas, uno de los supuestos es que “Javier iba a saltar”.

No importa, sentencié. No podemos sujetarnos ni en lo periodístico ni en lo publicitario a lo que diga un funcionario cuando estamos trabajando con lo que vemos como periodistas. Si lo que vemos no le conviene al funcionario, seguramente tendrá que respaldarlo e incluso agradecerlo, según las nuevas reglas de urbanidad política entre la prensa y los políticos.

Pero no. Las cosas no fueron así. Ni el resultado de lo que trabajó Raymundo se tomó con seriedad ni la ecuación funcionó en términos de responsabilidad profesional. Digo, si aquello publicado era mentira, mínimo se requería una carta solicitando aclaración, lo que haría ver muy mal al reportero y al director editorial que estaban “inventando” la información publicada. Si era verdad, el resultado podría ser otro, pero no lo que fue…

Llamadas por teléfono. Para Raymundo, por un lado, alertando, pidiendo explicaciones, insinuando amenazas. Para el diario, pidiendo la cancelación de los contratos de publicidad de la feria de agosto. Entonces es cuando saltan las preguntas. Para el gobierno municipal, específicamente para el comité de fiestas, específicamente para el señor Javier Lara, ¿la publicidad es un contrato por el silencio? ¿Cuándo están comprando espacios lo que se busca es promocionar o adquirir las plumas y los cerebros conectados a esas plumas?

La verdad es que esos tiempos ya se habían terminado en México. Ya no nos vayamos tan lejos como el porfiriato, en el tiempo de JoLoPo las plumas tenían que ser amigos o no eran plumas. No pago para que me peguen, fue la expresión más adecuada. Y los diarios “críticos”, como Excélsior, vieron la salida de un grupo de periodistas que hicieron época en este país, en el que estaban profesionales del periodismo del tamaño de Manuel Buendía, Julio Scherer y nuestro paisano Vicente Leñero, por mencionar sólo a algunos.

Cuántas veces dijimos que queríamos que se terminara ese régimen. Cuánta tinta no se derramó solicitando que cuando menos entre el gobierno y los periodistas fuera menos corrupta, más libre. Y cayó el PRI. Todos pensamos que ese era el problema: el viejo sistema priísta. El septuagenario sistema que había logrado salir de la revolución mexicana, que había librado todos los obstáculos durante el siglo XX en México, que durante más de la mitad de la centuria alcanzó bríos insospechados. Aquel cacicazgo en el que un jefe central, llamado presidente de la República , hacías las veces de dueño del ejido, otorgando órdenes para que se moviera lo que se movía, para que se callara lo que hablaba, para que hablara lo que estaba en silencio. Y sin órdenes, no había ni viento ni brisa ni sol.

Lo que el presidente de la República hacía, en el ejido todo, era repetido como eco sin fin hasta los rincones más inhóspitos del país. Desde la capital, siguiendo por los gobernadores, cada entidad federativa tenía una manera para hacer eco de lo que se decía arriba, en lo alto de la jerarquía. Y como un clon del ejido llamado país, el Estado tenía su gobernador haciendo las veces de jefe único. Con rincones por todo el Estado y con representantes, llamados presidentes municipales. Ni los periodistas en la capital, aquellos periodistas nacionales de la prensa nacional, ni los periodistas en los Estados, de esos periodistas estatales de la prensa estatal, que a unos se les decía porque trabajaban en la ciudad de México y a otros se les decía de esta otra forma porque trabajaban en la capital del Estado, también había otros periodistas en las villas, en los pueblos, en las ciudades con imprenta.

Unos y otros, los que trabajan allá y los que trabajamos aquí, pensamos que se había terminado ese tipo de gobiernos cuando aparece, como muestra de que la bestia todavía patea, este otro tipo de funcionarios como ahora en Lagos de Moreno, que no sólo se atreven a moldear la política editorial de un periódico sino que buscan amilanar a un periodista. Afortunadamente hay respaldo, tanto de la casa editorial como del gremio. Fue suficiente que saliera el que escribe estas letras en un comentario editorial dentro del espacio “El malpensante dice…” de Radio Universidad de Guadalajara en la estación de Lagos de Moreno, cuando saltaron los compañeros de los medios a ofrecer el apoyo, tanto en la estación que menciono como periodistas del peso intelectual de Felipe Castro Zamarripa, por mencionar al primero que hizo comentarios al respecto, hasta el líder del gremio periodístico en Lagos, don Jesús Veloz.

Dijimos que iban a terminar esos tiempos y se van a terminar, aunque algunos funcionarios quieran seguir con las prebendas y sembrando el miedo. Se van a terminar porque el país que queremos no este que hemos logrado. No era el PRI, pues, la corrupción está en todos lados y debemos combatirla porque este no es asunto genético de una clase política sino una enfermedad viral que ataca a los políticos de cualquier especie, de cualquier color, de cualquier tamaño, en cualquier posición, de cualquier jerarquía. Dijimos, pues, que este país iba a cambiar y va a cambiar, nomás eso nos faltaba. Pésele a quien le pese, porque aquí la opinión de los políticos es la menos importante.